lunes, 31 de diciembre de 2012

Detrás de Welles y su Ciudadano Kane


Por Raúl Ortiz – Mory   
Ciudadano Kane encabeza muchas listas de las mejores películas de la historia. Cada cierto tiempo se cuestiona este sitial aunque solo para rebajarlo al segundo o tercer lugar. No podría imaginársela raspando el ingreso a un top five, en el peor de los casos. Su magnitud también ha servido de inspiración para nuevas cintas, sea por su innovación técnica o por la forma de retratar a un personaje megalómano. RKO 281 es un filme que, en clave de ficción, narra la historia de la realización de CK y explora la personalidad de su creador, Orson Welles.

RKO 281 no es la biografía de quien fue considerado un chico prodigio por sus montajes en Broadway o por haber tenido en suspenso a los estadounidenses al emitir su pieza radial La guerra de los mundos, la cinta de Benjamin Ross es un recuento de sucesos en torno a cómo se gestó CK, desde la idea que sirvió de disparador hasta el momento de su proyección al gran público. Al recrear varios aspectos de la vida de Welles y su obra, Ross no cae en el error de dar preponderancia a una sola arista, logra un equilibrio que ayuda a leer la película desde diversos puntos de vista.

Destaco dos de ellos que a mi parecer sostienen toda la cinta. El primero es la eficaz construcción de la figura de Welles y su arrolladora personalidad. Ross logra transmitir las experiencias del geniecillo sin agotar el recurso de la repetición de acciones en que Welles sale airoso. Un especie de héroe rebelde con ínfulas de autosuficiencia que no llega a ser antipático, por el contrario, hace que el espectador se identifique y vea en él al hombre que siendo parte del sistema se rebela al  mismo. El perfeccionismo, la terquedad y el verbo florido del personaje lo hacen encantador.

Liev Schreiber interpreta a Welles con una actuación solvente que destaca por su performance en escenas de corte cómico y también en aquellas en que se torna en un hombre siniestro y atribulado. Quizá su apariencia física no sea la más cercana a la de Welles – a excepción de la estatura – pero su accionar justifica cualquier distorsión corporal. Algunas escenas destacables de Schreiber corresponden al rodaje de CK: en un arrebato con un hacha hace un hoyo en el piso para que una cámara quepa en este y así logre el encuadre ansiado o cuando una frase es repetida 56 veces para concretar una escena.

El otro punto de vista que Ross expone con naturalidad y como reflejo del tiempo en que se rodó la película original es el de la presión económica y social sobre la libertad de expresión. William Randolph Hearst fue la personalidad retratada por Welles en CK, lo que supuso que el magnate de la prensa coaccione a los dueños de los grandes estudios y los distribuidores con la intención de que la cinta de Welles no vea la luz. Ross escarba en una cara distinta a la que Hollywood proyecta y lo hace a un ritmo ascendente, parecido al de una película cercana al cine negro.

La lectura de la presión de la plutocracia sobre un director debutante que se quiere comer el mundo y que no cree en vacas sagradas, es una realidad que todavía se puede ver aunque con menor frecuencia en el cine de los Estados Unidos. Ahora la presión tiene mayor presencia al momento de rodar documentales que denuncian las malas prácticas laborales de las grandes corporaciones.

RKO 281 tiene un reparto heterogéneo integrado por John Malcovich, Melanie Griffith y James Cromwell, que no flaquea en ningún momento y que da vida a un grupo de criaturas atormentadas por el alcohol y el poder. La cinta de Ross, que fue producida por Ridley Scott para la cadena de televisión HBO, es una buena excusa para volver a ver CK, pero también es una buena justificación para conocer a uno de los creadores más importantes de la historia del cine. RECOMENDABLE.


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